NARRATIVAS PERIODÍSTICAS PARA LA INCLUSIÓN Y LA DIVERSIDAD
A redención de las barcas
Por: Paula Baracaldo y Hannah Botero
Entre preguntas y respuestas se asoma la identidad de un pueblo. Un público movido entre el silencio que las fotografías dictaban y, a su vez, sumido en el ruido de las olas que dejaron su esencia en el concepto del autor.
El frío de la mañana bogotana casi podía oler a la sal impregnada en las balsas pescadoras. Las miradas de los espectadores seguían la conversación natural entre Santiago Escobar-Jaramillo y Catalina Cruz. Cada narración siempre cargada de esos destellos del flash de una cámara, los recuerdos de aquel fotógrafo y esos pescadores que abrieron su historia, a pesar del temor y el cansancio de una lucha agotadora.
Las fotografías pretenden llevar una historia consigo. Así, el fotoperiodismo podría ser una de esas aventuras inolvidables para quienes apuntan y disparan el bendito milagro de retratar.
Santiago, sin duda, un creador enamorado de aquellas historias que puede transportar por medio de sus imágenes. Catalina, partidaria de la verdad y la responsabilidad social como estilo de vida. Ambas pasiones recorrían su corporalidad cuando hablaban de aquellas travesías que sólo él compartía con su cámara -confidente y testigo-. Sus manos temblaban con delicadeza y su garganta se aclaraba con confianza.
Su labor como fotógrafo siempre había sido mucho más que la realización de relatos fieles y bellos ante la concepción estética. Se escondían, tras los colores perfectamente combinados, las historias que decidieron hacer parte del lienzo sosegado hecho microfilm. Valientes, sin duda. Pues, las garantías de que sus historias no pasarían a ser parte de los recuerdos eran bajas. El retrato no puede existir únicamente con base en el poder; también parte de la seguridad de quien captura y del que sella su paso por el mundo.
El autor de “El pez muere por su boca” destacó el cuidado con el que sus ideas deben ser enlazadas con la cámara. Por más que pueda ver nacer una foto maravillosa, no puede poner en riesgo la integridad de terceros ni la suya. Nunca.
Catalina Cruz -encargada de tejer esta charla con hilo preciso- resaltaba la responsabilidad que cada ser humano tenía en el proceso de restauración del dolor.
Incluso si no empuñaban una cámara. Incluso si no remaban entre las letras para contar historias. Incluso si parecía evidente la lejanía con el inminente dolor de aquellos pueblos lejanos.
“Resistencia”, esa palabra que pasaba por las cabezas de quienes los escuchaban hablar. El trabajo de los retratados es, también, un acto de fe ante quienes pretenden hurtar la sublimidad de las aguas. Sus aguas. Los pueblos olvidados, incluso por el mismo sonido del mar, tuvieron en su poder una atención inimaginable. Una llama que, aunque fuese por un instante, reflejó toda esa atención que se les había negado: la pesca blanca proveía un sentimiento de visibilidad, peligroso y desconocido.
Esa pesca blanca le trajo a un pueblo -desde siempre familiarizado con la lejanía y pobreza- la posibilidad de reemplazar el arte de la pesca por la recolección de aquello que llevó a un país a la violencia y desesperación: cargas de droga que, casi igual que las entrañas de un pescado, poseían el hedor de sangre de aquellos caídos bajo un conflicto de polvos.
Pero esos retratos no poseían únicamente aquel mensaje desgarrador. Este se encuentra opacado por las luces de esperanza de la que gozan.
“Partisano”. Un pueblo que, llevado a lo que parecía un Jaque Mate, logró recuperar su defensa. Las fotografías no deseaban mostrar la desdicha de un pueblo azotado por la violencia (esa con la que los colombianos desayunan, salen a las calles e incluso duermen). Sus intenciones reales creen en esa posible recuperación nacida de la resistencia. Sus protagonistas mostraron una belleza repleta de fuerza. Las barcas, que en algún momento parecieron perder su sentido, lucían con diferencia y vitalidad; cargadas con la historia de un pueblo que las retornó al hilo determinado en su origen por las Moiras.
Pueblos partisanos es la historia de tantos rostros y tantos nombres que se reducen a simples cifras y que, afortunadamente, trabajos como el de Santiago Escobar-Jaramillo y visiones futuras como las de Catalina Cruz no permiten olvidar. Porque siempre hay una red esperando ser lanzada con el vigor necesario. Porque no sirve de nada pescar en río abierto si el corazón está cerrado.